Se apuesta por un aula inclusiva, en la que cabe toda nuestra diversidad (porque todos somos diversos). Trabajar con otro docente cambia un trabajo en solitario por un trabajo cooperativo, con el que aprendes cada día. Esto exige consensuar, optar por términos medios, complementarse mutuamente y planificar las sesiones con rigurosidad. En estas clases, los estudiantes actúan y trabajan de forma activa: no funciona la figura del docente como centro del aprendizaje y el aula se llena de sentido, trabajando por competencias. Por último, y lo más importante, se trabaja con diferentes ritmos, materiales y actividades, atendiendo a la diversidad. La docencia compartida no es la mitad de trabajo para el profesorado pero sí es el doble de atención para los estudiantes.