El Instituto-Escuela (I-E) –cuyo centenario se cumplió en 2018- fue uno de esos “laboratorios”. En el marco de un centro de enseñanza público se aunaba la educación de los alumnos con el desarrollo de nuevos planes de estudios y métodos educativos, al tiempo que jóvenes profesores se formaban o mejoraban su práctica educativa. Tras el Instituto-Escuela de Madrid el proyecto renovador se extendió por el país, con los Institut Escola en Barcelona y Sabadell, y los I-E de Valencia, Sevilla y Málaga. Algunas de las experiencias iniciadas en aquellos laboratorios han llegado a nuestros días. Las visitas a museos, las actividades científicas en el aula, la enseñanza de idiomas o el deporte son hoy prácticas habituales en los centros de enseñanza. La educación, sin embargo, se enfrenta a viejos y nuevos retos. La formación continua del profesorado, en una sociedad que evoluciona a gran velocidad es uno de ellos. Como lo es el conseguir, a través de la educación y la formación integral, unos ciudadanos autónomos, críticos y solidarios. La ILE viene trabajando desde hace algunos años en esa dirección, en lo que hoy se conoce como innovación educativa y prestando una atención prioritaria a la formación del profesorado, aspecto crítico –hoy, como a comienzos del siglo XX- para la mejora de la calidad de la educación.